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La última visita de Gabriela Mistral a Chile

Solapas secundarias

Contexto político de la última visita de Gabriela Mistral a Chile


Gabriela Mistral abandonó el país en 1922 y solo regresó en tres ocasiones por periodos cortos. Su última visita transcurrió entre septiembre y octubre de 1954, cuando fue invitada por el presidente Carlos Ibáñez del Campo, a quien había criticado por intervenir en el primer gobierno de Arturo Alessandri Palma en 1924 y participar en el movimiento militar que puso fin a la república parlamentaria en Chile.

Fiel a su pensamiento político antimilitarista, la poeta señaló que la figura del general representaba «el eterno sargento de los golpecitos de Estado americanos» (Mistral 2002, 143), palabras que le costaron el cese de su jubilación. Luego de recibir el Premio Nobel, recordó que esa fue la única vez tuvo problemas económicos y se vio obligada a trabajar en periódicos para subsistir. Se desempeñó en El Mercurio de Santiago, El Tiempo de Bogotá y La Nación de Buenos Aires (El Mercurio 1945).

En una carta que le envió a Pedro Aguirre Cerda desde Madrid, se refirió en duros términos a lo que consideró un agravio: «Es posible que otro país agradezca lo que Chile no agradeció nunca, porque no en todo el mundo el escritor es un pelele a quien cuando se da algo, se le da cuarta ración o se le da a regañadientes» (Mistral a Aguirre Cerda 1934).

Durante la segunda campaña presidencial de Carlos Ibáñez del Campo, Gabriela Mistral adhirió desde el extranjero a la candidatura de Arturo Matte Larraín, yerno de Arturo Alessandri Palma y representante de la derecha política. Esta fue la primera vez que se vinculó públicamente con una elección presidencial (Quezada 2009), algo que ella desmentiría en cartas privadas.

Luego del triunfo de Ibáñez en 1952, Delia del Carril y Pablo Neruda le recomendaron que tuviera serenidad frente al presidente electo. En una carta, le dijeron que él no castigaría a los ciudadanos, luego de la represión implementada por el Gobierno de Gabriel González Videla, cuya Ley de Defensa Permanente de la Democracia había declarado ilegal al Partido Comunista y obligado a Neruda a salir clandestinamente del país.

Gabriela Mistral se mostró más abierta al diálogo con Ibáñez y, además de aceptar su invitación para venir a Chile en 1954, le pidió colaboración para algunos asuntos, como el indulto presidencial para la escritora chilena María Carolina Geel, la construcción de una carretera entre La Serena y Vicuña, y un sueldo para su compañera Doris Dana.

El mandatario accedió a algunas de sus peticiones e incluso promulgó una ley para concederle un sueldo equivalente al del superintendente de Educación.

A pesar de que su amigo y representante legal, el joven miembro de la Falange Nacional Radomiro Tomic, le escribió para advertirle que el Gobierno podría utilizar su estadía en Chile como «una especie de ariete para contragolpear los actos en homenaje a Neruda» (1954) que había organizado el Partido Comunista, la escritora aceptó la invitación de Ibáñez y regresó a su tierra natal tras dieciséis años de ausencia.

Contenido político de los discursos de Gabriela Mistral

Mistral llegó a Chile el 4 de septiembre de 1954 y permaneció en el país hasta el 6 de octubre de ese año. Durante un mes recibió homenajes en Santiago, La Serena, Valparaíso y, especialmente, en las localidades del Valle de Elqui.

Al recibimiento oficial, que se realizó en el Palacio de La Moneda el 8 de septiembre de 1954, asistieron alrededor de cien mil personas (Zardoya 1954). La escritora salió al balcón y pronunció un discurso donde brindó un reconocimiento a los sectores más vulnerados del país, como los profesores, las mujeres y los campesinos.

Además, le agradeció al presidente Ibáñez una reforma agraria que él no había implementado, lo que algunos autores interpretaron como un gesto político y no como un error (Quezada 1993). Mistral consideraba que el latifundismo era heredero de la «crueldad conquistadora y colonial» (Mistral 1957, 114) y que el país debía distribuir la tierra entre los campesinos y crear un sistema de cultivo adecuado, como sucedía, por ejemplo, en Italia y México (Morales 2011).

En el artículo «Agrarismo en Chile», publicado en El Mercurio el 23 de septiembre de 1928, la escritora expresó esta demanda «treinta años antes de cualquier indicio de repartición de tierras en Chile» (Figueroa, Silva y Vargas 2000, 31), por lo que puede ser considerada una precursora de la reforma agraria.

El 10 de septiembre de 1954, en la ceremonia de entrega del grado de Doctor Honoris Causa, que la Universidad de Chile instauró especialmente para otorgárselo a ella (Machado de Arnao 1957), Mistral pronunció un discurso que duró más de una hora.

En él, instó a los artistas e intelectuales a acercarse al pueblo y gastar con él las horas que a veces despilfarraban «en un tipo de vida que a nada conduce». Turbada, sin sonreír y con un rostro que «revelaba amarga y secular desolación» (Luz Machado de Arnao 1957, 82), los llamó a usar sus privilegios y posición social sin fines políticos para confortar «al hombre y a la mujer cuyas vidas son unos largos y anchos purgatorios».

En sus palabras: «Todos vivimos del pueblo; él viene a ser algo así como el segundo suelo que nos afirma y la segunda atmósfera en la cual respiramos medrando».

Los días 13, 15 y 17 de septiembre continuaron los actos de homenaje en Santiago, esta vez en el Teatro Municipal y el Estadio Nacional. Con motivo de la celebración de las Fiestas Patrias, la escritora aprovechó para referirse a otro grupo olvidado: los niños. Dijo que para prolongar la obra de próceres como José Miguel Carrera y Bernardo O'Higgins, los chilenos debían preocuparse especialmente por la infancia.

En el Teatro Municipal, terminó su intervención ante los intelectuales congregados diciendo: «Queridos colegas: repito mis excusas por esta especie de fuga de mi asunto, en un acto como este. Pero ni la Patria ni los niños pueden ser ajenos a nuestra misión» (Mistral 1954).

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